El ex cura y actual asesor pedagógico del Colegio Alejandro Carbó de Concordia, Jesús Garay, reconoció que en 1998, cuando estaba en la Iglesia Sagrada Familia de California, fue acusado de violar a una joven de 17 años, que quedó embarazada. Si bien admitió que mantuvo “un vínculo” con la muchacha, aseguró que “nunca hubo forzamiento”. Después de ese escándalo, la Iglesia lo trajo nuevamente a la Argentina, donde continuó como sacerdote por diez años más. En ese tiempo fue presbítero hasta 2008, y estuvo al frente de la parroquia de Villa Adela y como capellán del Escuadrón 4 de Gendarmería. También fue el párroco en la vecina localidad de General Campos durante varios años.
El nombre del ex sacerdote Jesús Garay aparece mencionado en el libro Abusos Sexuales, recientemente escrito por el periodista Jorge Llistosella, quien investigó en profundidad la pederastia y otros delitos cometidos por sacerdotes argentinos y de otros países. Entre otros tantos casos, en la obra se narra la historia de una mujer que inició una demanda judicial contra la Arquidiócesis católica de Los Ángeles (EE UU), denunciando que el sacerdote Jesús Garay la había violado y, al quedar embarazada, la presionó para que abortase. La mujer, identificada por el juzgado con el nombre de fantasía Jane Doe, agregaba que el cura la violó repetidamente en 1997, cuando ella tenía 17 años y era secretaria part-time en la Iglesia Sagrada Familia, en Wilmington, California. Siempre de acuerdo a su testimonio, quedó embarazada en diciembre de 1997 y Garay continuó abusando sexualmente de ella “hasta aproximadamente abril de 1998”. La acción judicial alega que la Arquidiócesis no notificó a las autoridades el abuso sexual, no otorgó cobertura médica a la joven durante su embarazo y desprotegió al niño después de su nacimiento. Los registros estadounidenses sobre sacerdotes abusadores afirman que Garay llegó a Los Ángeles desde Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, según aparecía remarcado en el diario The San Diego Union-Tribune, en su edición del 5 de octubre de 2004.Según publicó Diario Río Uruguay, días pasados visitaron la oficina de la Escuela Nacional, donde Garay reconoció que en sus inicios como sacerdote había estado en el hemisferio norte y que “al tiempo” de retornar al país se enteró que habían promovido una denuncia en su contra. Aunque luego se desdijo señalando que –cuando todavía estaba en EE UU- una abogada de la demandante le había advertido que el objetivo “era sacar un juicio de manutención de por vida a la Arquidiócesis de Los Ángeles”.Aunque Garay no aceptó ser entrevistado formalmente, admitió que la investigación lo implicaba y advirtió que tomaría todas las represalias legales contra quienes manchen su “nombre y honor”.Más allá de su situación personal, surge como evidencia que un año después de ser denunciado en California, la Iglesia Católica lo hizo retornar a la Argentina y lo reubicó en la Diócesis de Concordia, para continuar con su tarea sacerdotal en parroquias de San José, General Campos y la capital del citrus. Inclusive lo nombraron como capellán del escuadrón concordiense de la Gendarmería, en una ceremonia en la que estuvo presente el capellán Mayor de la fuerza de entonces, Mario Bonabotta.En su libro Abusos Sexuales, Llistosella rescata que “el psicoanálisis dice que una persona no puede prescindir de su sexualidad, aunque admite que haya gente que pueda derivar su pulsión sexual a algo más etéreo como el reino de los cielos”, indica el investigador. En el caso que nos compete, Garay le sigue dando la razón a la primera opción, ya que - además de su experiencia denunciada- en 2008 dejaría definitivamente los votos religiosos al formalizar pareja con una reconocida funcionaria de la Justicia local. Fuente: Análisis Digital.
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